Jenna era una chica blanca de sobras de peso, con la piel blanca y suave y numerosos tatuajes tribales que cubrían sus brazos y parte del pecho. Siempre se sintió sexi y sensual, aunque la sociedad intentaba decirle lo contrario con sus estándares de belleza irrealisticos.
Jenna asistió a un casting después de ver un anuncio en las redes sociales. Estaban buscando modelos para una sesión de fotos eróticas de temática interracial. Jenna sabía que su cuerpo de curvas era perfecto para eso.
Al llegar al estudio, Jenna vio que sólo había una persona para el casting porno: un negro alto, apuesto y musculoso. Su corazón latió al verlo, imaginando todas las fotos intensas que podrían resultar. El fotógrafo pidió a Jenna y al modelo que se besaran para probar la química, y Jenna dejó que su lengua explorara la boca sabrosa del negro, notando cómo su cuerpo reaccionaba.
Se sentía poderosa y deseada, algo que nunca había experimentado con un hombre. El fotógrafo los envió a cambiarse para la sesión y Jenna eligió un conjunto de lencería de encaje negro que marcaba todas sus curvas.
Las sesiones de fotos se volvieron cada vez más eróticas e íntimas, con el negro acariciando y adorando su cuerpo blando como si fuera perfecto. Jenna se sentía viva y sexy, olvidándose de todos sus complejos.
Para el final de la sesión, estaban tan calientes que no pudieron resistirse. El negro entró en Jenna con fuerza, haciéndola gritar de placer. Jamás se sintió tan deseada y poderosa como en ese momento.